lunes, 16 de abril de 2007

A la orilla de Tossa de mar (un relato de vacaciones)

El joven muchacho lloraba silenciosamente a la orilla del mar. No le importaba que el agua fría le rodeara, porque más frío que el que ahora habitaba en su corazón y más humedad que la que en su alma se hallaba, no podría albergar. Sus lágrimas iban cayendo a la arena y con las idas venidas de la mar iban confundiéndose con el salado gigante.

Una sirena, llamada por la curiosidad de saber porque el mar iba aumentando en tristeza, se acercó tímidamente hacia la cala. Iba escondiéndose en cada pequeño recoveco que las rocas le brindaban a modo de escondite. Llegó a la arena, pero el muchacho no se dio cuenta de nada, ya que tenía las manos sobre la cara y esta casi entre las rodillas. Aún así una leve bruma avanzó para esconderla.

La curiosidad iba aumentando en ella, y eso se reflejaba en su cara. El joven, al cabo de un rato, percibió la bruma, pero no le dio mayor importancia, por eso dio un gran respingo cuando unas frías y musgosas manos apartaron el pelo de su cara. La sirena no comprendió su reacción y, con unos ojos más temerosos que sorprendidos, intentó irse rápidamente, pero al estar tan metida en tierra apenas pudo aletear un poco.

Una vez pasado el susto, el joven la miró fijamente a lo que la sirena también respondió. Una especie de magia creó un vínculo entre ellos que a cada segundo se iba haciendo más fuerte. En ella una sonrisa apareció en sus labios, en él las lágrimas dejaron de brotar y el mundo a su alrededor dejó de girar.

Este magnetismo solo logró ser roto por un canto que vino desde la lejanía del fondo del mar. Un canto que a pesar de ser muy parecido al de los delfines parecía tener una gramática como la del lenguaje humano.

La cara de la sirena se entristeció mucho, tenía que marcharse. Con las manos fue arrastrándose poco a poco, hasta que pudo nadar libremente Aún no había dejado de mirar al muchacho. Ante el miedo de perderla este se hechó al mar. No sabía nadar y menos respirar bajo el agua, pero cuando la sirena le abrazó huyeron todos sus miedos y junos se adentraron hacia la procedencia de aquel canto eterno.

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